martes, 5 de marzo de 2013

Vuelta a empezar, ¿o no?



Desde que somos pequeñitos nos van metiendo ideas en la cabeza, a base de palabras o de hechos. Convenciones, tradiciones, esquemas mentales que de un modo u otro nos ayudan a "organizarnos", a ponernos metas adecuadas a nuestro mundo, nuestra vida.
Recuerdo que, cuando iba en verano a la piscina y veía a mis abuelos compartir una tajada de sandía, bajo el caluroso sol de agosto, riendo como adolescentes, pero con la experiencia de 60 años, me encantaba verles así. Tan acaramelados, tan sonrientes después de toda una vida juntos. Pensé que me encantaría llegar a donde están ellos: a ser feliz con alguien que me quiera, tal y como soy, sin importar cómo de arrugadita esté, por siempre jamás.
Es una idea ciertamente romántica, idílica y, ciertamente, utópica.
Obviamente, la vida de mis abuelos no es todo los días como una postal de lo ricamente que se vive en el sur ni nada por el estilo. Tienen sus días malos, los buenos y los "mírame pero no me toques". Porque, tal y como me dijeron una vez, y esto es algo que nunca olvidaré: El amor es como un barco. Cuando te lanzas al mar, a la aventura con otra persona, los dos solos en vuestro barco del amor es cosa vuestra, de ambos, mantenerlo a flote pase lo que pase. Porque mientras luce el sol y el viento acompaña, es una delicia navegar. Pero ¿qué pasa si llega la tempestad, vientos huracanados, el agua os llega a las cejas y uno de los dos se tira por la borda? Pues pasa lo inevitable: que si uno se va, el barco se hunde. De esto saco como conclusión algo que ya sabía, razón por la cual esta metáfora me guste tanto: que si no estamos ahí, si no nos entregamos en cuerpo y alma para con algo que de verdad nos importe, que de verdad queramos, el barco se habrá hundido antes de zarpar. Que no importa lo resistente que te lo vendan o que tú mismo lo quieras mostrar (o si te quieres engañar a ti mismo): lo cierto es que si no eres visceral, si no amas y dejas que te amen, el barco se hunde. O lo que es lo mismo, la relación se acaba.
Ahora es cuando viene el tema espinoso que tengo clavado como si de una daga se tratara.
¿Por qué tenemos que enamorarnos? ¿Por qué, a mi parecer, existe esa necesidad de compartir nuestra vida con alguien para siempre? ¿Por qué nos da miedo la soledad y la vemos como un "fracaso"? ¿Por qué?
Hablando, como siempre, desde mi nada dilatada en el tiempo experiencia, puedo decir que estoy cansada. Me encantan las historias de amor, las bodas y leer un floritureado "Felices para siempre". Pero en serio, ¡eso no existe! ¡Es mentira! Es una invención, así como eso de que los príncipes visten de azul o vienen en corceles blancos a nuestro rescate. Porque, para empezar, las damiselas de hoy no estamos en apuros ni necesitamos ser rescatadas más que de algún que otro mirón asqueroso.
¿Cuándo se volvió todo esto del amor un asunto tan serio? Cuando era pequeña espiaba a mi tía, quien se besaba a modo de despedida con su novio en la puerta y para mí aquello era algo tan mágico, tan especial que interrumpirlo era delito. Eran cosas de mayores, pero cosas buenas, que no te hacían daño, que molaban. 
Pero ahora, cuando ya soy mayor, cuando soy yo quien besa y quien es besada. Cuando soy yo la que se enamora o quien enamora, la que quiere pasar tiempo con alguien que le recuerde que es bella incluso recién levantada, salir a cenar una noche por la ciudad, poder volver del teatro cogida de la mano de un apuesto caballero que la lleve a bailar y le haga sentir mariposas. Ahora que es mi momento, no hago más que llorar. Se acaba una y otra vez. Ni si quiera sé si es amor. O lo sé, pero estoy tan colocada ya de haber estado arriba y abajo, sin para de esta montaña rusa. O puede que no quiera reconocerlo, que una vez que me han hecho daño he decidido cerrarme y no ser sincera ni conmigo misma, no tener el valor ni de cogerme y decir: Marina, has querido y te han jodido. Fácil.
El amor es precioso, pero lo complicamos demasiado. ¿O sólo yo lo veo así?

Sinceramente, no sé si me moriré mañana o dentro de ochenta años, pero quiero ser feliz.
Lo que aún tengo que decidir es si lo haré sola o acompañada.

Buenas noches.

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