martes, 18 de febrero de 2014

Sorprenderse.

Es uno de los problemas que acusan a nuestra sociedad. Vamos pasando por la vida como si lo tuviésemos todo visto, hablando de todo sabiendo de nada. No nos asombramos de lo maravilloso que pasa por nuestros ojos, no nos reímos a carcajadas como si fuese la primera vez que nos hacen una broma. Andamos hastiados por el mundo, recordando lo que nos pesa levantarnos de la cama sin dar la oportunidad al mundo de abrir nuestros ojos, de plasmar en nuestra cara el asombro que nos causa vivir algún hecho inesperado que nos tenía preparado este lunes. Contestamos con monosílabos a las preguntas, asentimos levemente con la cabeza cuando nos preguntan si estamos bien y seguimos caminando. Paso tras paso, con una cadencia que va marcando el ritmo de nuestras vidas. Pero cuando alguien se decide a pararse, a sonreír al ver su reflejo en un charco o cómo la media se le ha roto, le tomamos por loco. ¿Cómo puede perder su tiempo en tal minucia? Esa minucia que decís, es la vida. El segundo a segundo. Supongo que la convivencia con la profesión está ya haciendo mella en mí, dejando la huella imborrable de la niña que una vez fui. Esa niña que se reía por todo, que aplaude cuando la hacen reír y que se queda, obnubilada, mirando las filigranas que pasan por delante de sus ojos, todos los días. La vida es maravillosa y es una, dos alicientes más para vivirla, segundo a segundo.

Como siempre, me gusta dejar algo de música. Expresión viva que me acompaña y pone banda sonora a mis días y mis noches.


No hay comentarios:

Publicar un comentario